martes, 29 de octubre de 2019
Honrando la memoria artística: Maestro de la plástica ponceña artista Rafael Ríos QDEP
Homenaje Póstumo al artista Rafael Ríos. Nació en Ponce el 28 de julio de 1911 y murió en San Juan el 29 de abril de 1980. Se ejercitó en todas sus expresiones plásticas; fue acuarelista, pintor de caballete, escenógrafo, grabador. Pero lo cautivó más el mural, y fue en ellos donde mejor captó la historia y la belleza del Puerto Rico de hace 25 a 50 años. Es considerado el exponente más sobresaliente de entre los muralistas criollos.
Por la época del renacimiento muralista en los Estados Unidos, Rafael Ríos Reyes tenía apenas once años. En su hogar tenía el privilegio de un padre y abuelos de cabeza inquieta, que practicaban la pintura o la música, bien como profesionales o como aficionados.
Desde la época más activa de su abuelo y la de su padre, y siendo todavía un niño, Rafael conocía lo que era y lo que significaba una buena tertulia. Aquellas eran tertulias humanas, e intensas, que siempre tocaban temas de respetable espesor filosófico.
Producto de una larga genealogía de artistas conocido como “El Clan de los Ríos”, Rafael incursionó en el dibujo y la pintura, aunque es mejor conocido como muralista y escenógrafo.
Su bisabuelo, Buenaventura, había sido artífice de fina técnica. Era además “cantaor y guitarrista de rosarios” y al parecer dejó una huella muy profunda en su hijo Juan Narciso, quien además de pintor, se hizo músico.
Juan Narciso Ríos, practicó y aprendió arte sin alejarse de su ambiente natal. En parte fue autodidacta, pero también recibió instrucciones de Máximo Meana y de los artistas-escenógrafos y pintores que llegaban hasta Ponce. Compartió el arte con sus hijos, especialmente con Octavio Ríos de Jesús; juntos se convirtieron en los artistas-escenógrafos más notables del país y llegaron a ser solicitados y admirados en América Latina y Europa.
Octavio, padre de Rafael Ríos-Rey, trabajó durante tres años como escenógrafo en la compañía de la muy famosa bailarina rusa Ana Pavlova; mientras que Juan Narciso, después de hacer los adornos funerales de Cánovas del Castillo, recibió de los Reyes de España la Cruz de Isabel La Católica por mérito artístico.
La actividad de Rafael Ríos Rey comienza en la década del treinta, con la obra Pelea de gallos (1939) y creció exponencialmente a partir de la década de los sesenta, cuando, con apoyo gubernamental pudo estudiar en México y pintar muchos murales.
Realizó más de 40 murales de gran tamaño, muchos de ellos en edificios públicos. Entre ellos se destacan La agricultura, El comercio, La industria, La represa, El carnaval.
En 1930 fue rotulista, y en su tiempo libre ayudaba a su padre a realizar el diseño y la decoración de las carrozas de carnaval.
En 1936, luego de su primera exposición personal de acuarelas, se traslada a Nueva York. Allí, en el artísticamente rico ambiente del Village de Manhattan, Ríos Rey (así firmaba sus pinturas, y así se le conoce como artista) se esforzó por llevar al lienzo a su Puerto Rico natal.
La estancia en Nueva York influyó no solo en el aspecto técnico de la pintura de Rafael, sino también en su contenido social. A partir de allí su meta no solo fue asir la belleza pictórica y superficial, sino también el otro aspecto, más profundo, de la realidad social. Pintó cortadores de caña de cuerpos rudos y brazos musculosos; una madona y una Sagrada familia con personajes antillanos, de sangres mezcladas; carnavales, fiestas de bomba y recogedores de café en los que reinaban mujeres y hombres de una voluptuosidad natural; fábricas rodeadas de platanares; y selvas humanizadas donde los troncos de los árboles son muslos y las ramas brazos, de honesta y atrevida concupiscencia. Y pintó también a los desposeídos, en ambientes secos y deshojados, con toda su tristeza.
Recogedora de café y Jíbaro son una muestra de sus acuarelas más conocidas. Vejigantes, Estampa de carnaval y Paso de plena son algunos de los grabados más destacados de este artista.
El teatro –la escenografía en particular– fue parte fundamental de la vida y obra de nuestro muralista. Se podría decir que su obra artística giró, sobre todo, en torno a la escena dramática Se consagra como artista escenógrafo en la década del cuarenta, con la obra Tiempo Muerto, de Manuel Méndez Ballester.
La obra escenográfica de Ríos-Rey adquiere gran madurez en México, con las enseñanzas y el ejemplo del maestro López Mancera. En 1961 se presentó en el teatro Tapia la obra María Soledad, un drama del propio Arriví. Emilio S. Belaval (1903-1972), un consagrado escritor puertorriqueño, destacó la hermosa escenografía realizada por Ríos-Rey en aquella ocasión: «… [es] una de las mejores que hemos visto […], alternando la pintura escenográfica con la construcción, los cuerpos transparentes con los cuerpos macizos, accesible todo a un efectivo manejo de luces y los útiles escénicos…».
En Puerto Rico y Nueva York diseñó y realizó más de un centenar de escenografías para óperas, ballets, comedias musicales, zarzuelas, operetas y teatro. Realizó, además, unos ochenta murales, tanto en Nueva York como en Arkansas, Baltimore, Haití y República Dominicana. Y participó en exposiciones tanto dentro como fuera de Puerto Rico, donde obtuvo distintos premios. El trazo simple de sus dibujos es engañoso: con él agarra las esencias. No por gusto podemos afirmar que una parte de su obra se encuentra diseminada por colecciones privadas de EE.UU., Cuba, México, y por supuesto, Puerto Rico.
Desde 1965 hasta 1977, se desempeñó en la Escuela de Artes Plásticas del instituto de Cultura Puertorriqueña, como profesor de escenografía, de pintura-mural y de mosaico; y entre 1977 y 1980 fue miembro fundador y tesorero del Centro de Estudios Avanzados de Puerto Rico y el Caribe.
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